Nos acercamos a Londres para conocer una cafetería con un concepto comercial curioso y totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados. Una cafetería de origen ruso revoluciona la capital inglesa al cobrar, no por lo que se consume, sino por el tiempo que se permanece en ella. Contamos cómo funciona y su rentabilidad como negocio, en este post.
Ha abierto hace solo unos días en el barrio londinense de Shoreditch, uno de los más exclusivos de la ciudad, y a pesar de que a primera vista pudiera parecer una cafetería convencional, el equipo de Ziferblat insiste en que se trata precisamente de lo contrario: en una “no-cafetería”.
Y es que, desafiando al concepto de establecimiento, en el que pagas por lo que compras, allí uno no paga por lo que consume (de hecho incluso uno mismo puede llevarse su propia fruta para elaborarse un sabroso zumo en sus licuadoras), sino por el tiempo que se permanece.
Este curioso concepto nació en Rusia en 2011 como un proyecto social más que un modelo de negocio, pero se ha convertido en todo un éxito y su fundador, Ivan Mitin, cuenta ya con 9 “no-cafeterías” en dicho país y una legión de establecimientos (más de 200) con serias intenciones de copiarle.
Ziferblat significa “contador de” en ruso y alemán y se puede decir que el nombre les viene a las mil maravillas porque es precisamente eso lo que reina en todas y cada una de las mesas del establecimiento, un contador de tiempo, de minutos, del dinero que el cliente va a tener que abonar al salir por el uso de sus servicios, entre ellos el propio espacio.
Y la tarifa es más que asequible para un barrio tan exclusivo como el de Shoreditch: 3 peniques el minuto (cinco céntimos de Euro). En una ciudad en el que un café puede costar alrededor de 2€, equivale a pasar aproximadamente una hora en Ziferblat (1,80 libras/hora). Además, si se acude allí para trabajar o se pasa más de 5 horas, el contador se para y la cuenta, independientemente del tiempo de más que se esté, asciende a 9 libras (11 euros aproximadamente).
Todo ello en un local con un ambiente tranquilo, con mobiliario acogedor y cómodos sofás, en el que el precio incluye también café y comida ilimitada, snacks, una gran variedad de libros para una agradable lectura y hasta conexión wifi, un tocadiscos y un piano esperando a su músico.
Pero, en un establecimiento de este tipo en el que consiguen hacerte sentir como en casa (donde haces y deshaces a tu antojo) ¿cómo puede ser posible que llegue a ser rentable como para pagar, por lo menos, los gastos fijos que genera? Ivan Mitin asegura que es posible, aunque obviamente depende de que haya una clientela fija que pase más que unos pocos minutos. Su apuesta por Londres ha sido clara: “los londinenses están cansados de la sociedad del consumo y realmente son felices no siendo clientes sin más”, de modo que confía en que la gente londinense entienda también el concepto.
Hasta ahora ha funcionado e Ivan Mitin asegura que es gracioso ver cómo la gente lava hasta sus platos (y los del resto), algo que no es obligatorio pero que refleja el compromiso social por un mundo más generoso.
¿Funcionaría algo así en nuestras ciudades? De momento Ivan Mitin promete seguir avanzando y el próximo destino sería Nueva York.
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